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ÓN ue. CS E o | des UE a 294 LA PERLA DE LA HABANA Jesús inflame los nuestros con las llamas de su santo amor. . Ayer estuve en el Monasterio de la Preciosa Sangre de esta ciudad llamado pur la M. Monte Carmelo (S. Ja- cinto), y ¡con cuánta fruición leí la interesante carta que V. R. le escribe! y con no menor satisfacción supe que V, R. estaba escribiendo la admirable vida de la PerLa más preciosa de esta Perla de las Antillas. Al despedir- me de la dicha R. M., me insinuó ella la idea de que le escribiera a V. R.; lo que hago con mil amores, remi- tiéndole algunos cabos sueltos referentes a la Santita Cubana (como la llaman por aquí), por si puedo aportar algún granito de arena a la magna obra de V. R. Siendo pequeñita nuestra Angelita y mayores sus her- manas, hoy religiosas de la Preciosa Sangre, una mu- chacha de servicio de la casa, sencilla y fervo1 osa, tuvo una noche un hermoso sueño en que se le manifestó un misterioso jardín en el que descollaban tres lirios que regaba la Virgen Inmaculada con inefable ternura, péro ocupándose con preferencia del lirio de más talla y be- lleza, que estaba entre los otros dos, y oyó que decía la misma Virgen Santísima: Este lirio se llamará Maria Ana. Dicho se está que al oir la narración de este sueño los de la familia, se sonrieron, no dándole más importan- cia de lo que merecen los sueños. Como V. R. puede adivinar, los tres lirios eran símbolo de las tres hermanas religiosas. En aquel entonces nadie pudo sospechar que aquella niña, con el tiempo, se llamaría Sor María Ana. ¿No es esto, mi R. P., muy significativo, poético y pro-= fético? Lo relatado me ha referido la misma M. Monte Carmelo. —Al presente se confiesa conmigo una mu= chacha negrita que conoció a fondo a nuestra Santita, y que, por estar sirviendo en la casa, observó cosas pere=

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