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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 23 europeo moderno (*). La vida de amor o de contempla- ción no es esa deformación del hombro. Es todo lo con- trario de la negligencia, tanto interna como externa; lo contrario de la pereza en la vida moral, individual y pública... El objeto primario de la vida espiritual es Dios, pero Dios bien comprendido y amado... El que desea acometer esas elevadas empresas de la vida perfecta, se retira en silencio y en el recogimiento interior para aprender a conocer, despacio y con segu- ridad, las más altas verdades, únicas que difunden luz, así sobre los enigmas de la vida como sobre las cosas de ultratumba... Pero cuando este sol de las verdades se ha elevado en el interior, repliégase el alma sobre sf misma, no para considerarse con extremado egoísmo, sino para reconocerse ante Dios... (*), y a la luz de lo alto comprende mejor sus deberes, lo mismo para con Dios, que para con el prójimo, como para consigo misma. Es un error funestísimo considerar la contemplación de las bellezas sobrenaturales como un sueño estéril del alma, o como un goce sin provecho... La historia ha de- mostrado que los seres más útiles han sido los Santos... Desposeídos del frío egoismo, poseídos del puro amor de Dios..., se aprestan a realizar todo lo que Dios quiere y como Dios lo quiere... El quietismo es una aberración que merece ser colmada de universal desprecio, puesto que renuncia al más elevado privilegio humano, a saber: el uso de las facultades del alma... Lisonjea la pereza y el orgullo, y hace al hombre inútil; pero la santidad, que busca en Dios la norma y regla de proceder, tiene la (9 Weiss, «El hombre completo». (2) 8. Tom. 1 d. q. 179 y 180.

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