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SOR MARÍA ANA DE JESÚ: 283 bía valido un sacerdote (si mal no recuerdo era Provin= cia)) para probar la santidad de la Beata, diciendo que creería lo que se decia de Crescencia si en aquel mo- mento le traía una vela encendida, y al momento apare- ció Crescencia con la vela, cerciorándose así de su san= tidad... Por esos días iba a ser nombrado el Obispo de esta ciudad, y la elección parecía que iba a ri Capellán de las Religiosas de la Precic :aer en el <a Sa Igre, pero más tarde se creyó que había sido sólo una pr posición y que ya no prosperaba. Entonces, mi hermana Sor Jacin- ta del Monte Carmelo, viendo la necesidad de la Comu- nidad, que estaba al principio de su fundación aquí, puso por intercesora aSor María Ana pidiéndole rogara por su intención, diciéndose que ella creería en su virtud si en aquella ocasión la mostraba obteniendo la gracia desea- da, que en tal caso ella haría todo lo posible por que fuera <onocida; y ahora aprovecha esta oportunidad para cum- plir su promesa; y por si a V. le puede servir para su proyecto, le relataré lo que ocurrió. El mismo día que se anunciaba en la Catedral el nombramiento del P, Es- trada para Obispo de la Habana, recibió mi esposo una carta de Sor Maria Ana que estaba rogando por la in- tención que la había recomendado Sor Jacinta del Mon- te Carmelo... Tenemos casi la seguridad que fué por su intercesión, pues ya se creía no sería el Sr. Estrada el agraciado. Lo que le comunico para cumplir la promesa hecha por mi hermana, que cree esta una buena ocasión para hacer saber lo que ella tiene como milagro de su amada Sor María Ana». Para aclarar este hecho debemos notar que parece mi- lagroso: primero, porque Sor Jacinta no descubrió al pa- recer su intención nise lo comunicó a su hermana... sino que a través de la distancia pudo conocer, por gracia y

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