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280 LA PERLA DE LA HABANA la suntidad de los amigos de Dios llegó a ser definitiva... Consumados los misterios de la gracia, empiezan los de- la gloria..... Aunque ya hemos tratado sobre algunos milagros que obró en vida, nos dispensarán los lectores recordemos aquí, a modo de apéndice, dos sucesos maravillosos que allí no han quedado explicados. Sea el primero un como milagro que se obraba en su persona. Padeció en cierta ocasión unas calenturas fuer- tes (no podemos precisar la fecha); aquellas calenturas abrasaban su cuerpo virginal sin acabar su vida. «En ellas se vieron fallar las conclusiones de la ciencia y de los Doctores». No había termómetro clínico para ella bastante a graduar sutemperatura... Unos estallaban en el exceso del calor y otros quedaban estacionados con la columna completamente llena a consecuencia de la dila- tación del mercurio. En mi poder conservo el primero que estalló después de haberse llenado la colúmna de más de 60 grados Blaumur, el cual se le aplicaron por in- dicación mía en vista de lo que sucedió con los clínicos (*) Corrió este suceso de boca en boca, pero hubo quien, em- peñado en torcer todo, dijo que las monjas ponían fuego o brasero bajo el sobaco de la enferma o que calentaban primero al fuego el termómetro. A esto contestaba el médico D. Narciso Diaz de la Cruz, en carta fechada en 5 de octubre de 1902: «Es una vil calumnia que estas RR. Religiosas pusieran al fuego los termómetros para que la columna subiera; muchas veces, a mi presencia, se colocaba a Sor Maria Ana el termómetro; unas veces debajo del brazo y mu- chas en la mano cerrada, y, sin yo perder de vista el ter— (1) «Defensa», Padre Yagúe.

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