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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 275 indagar el paradero de las cartas que en nombre de Sor María Ana escribió al señor Obispo, supo por las lavan= deras de palacio que a veces iban en los bolsillos de la ropa... Añade que cuando ella lo llegó a saber, ya lo sabía sohrenaturalmente Sor María Ana, y que desde entonces puso ella más cuidado, escribiendo sólo lo más preciso, guardando las precauciones que el asunto re- quería (t). No sabemos si la imposibilidad de escribir que le vino a la Sierva fué total o parcial; lo que asegu- ra la R. Madre es «que nunca después volvió a verla es- cribir». El que esto relata recuerda haberla mandado tres estampas con objeto de que las firmase Sor María Ana, y que le fueron devueltas sin haberlas podido fir= mar. Sin embargo, el que se viese imposibilitada por fuerza superior para escribir por si misma las cartas al Obispo, no arguye que lo estuviese para todo lo demás; pudo ser que la estorbase el demonio, como le estorbaba el comer a veces, o que así fué el querer de Dios: cabe, pues, distinguir una cosa de la otra. Lo que se halló de sus escritos podía haber sido de antes, como queda di- cho, y nada tiene que ver que lo fuesen posteriores al mandato del señor Obispo, que quedaba bien cumplido con las cartas de la M. Abadesa..... Concluyamos, pues, diciendo que los documentos de que nos hemos servido para nuestro trabajo no admiten revisión como aquellos otros que, a través de los tiempos, pudieron falsificarse por incuria de los copistas, Son do- cumentos de hoy, directos... Es, ciertamente, un deber guardar prudente reserva cuando el origen de las fuen- tes no es totalmente seguro, pero los que hemos tenido a la vista no pueden rechazarse como ¿inauténticos. To- (4) Carta del 10 de marzo de 1913. | | | | | | e a

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