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ad A ri gd ed cr Lodo did: > Li de A hs. Ús % 274 LA PERLA DE LA HABANA María Francisca Cortina, que lo era también cuando ocurrió el hecho siguiente: Estando de santa visita pastoral el Ilmo. y Reve- rendísimo Sr. Dr. D. Pedro Casas y Souto, Obispo de Plasencia, en el referido convento cuando vivía Sor Ma- ría Ana, mandó a ésta que le escribiera, dándole cuenta de las cosas que la ocurrían y de los favores y gracias. que recibiera (*)... Apenas salió del convento dicho señor Obispo, me decía la Madre Abadesa, le pidió Sor María Ana que se dignara darle recado para cumplir exacta- mente la orden del Prelado a quien tanto amaba y res= petaba la Sierva de Dios .... Me decía la Madre hoy mismo, que por más que lo procuró y se esforzó “cuanto pudo para escribirle, no le fué posible, y me aseguraba que se le puso la mano como: la de un niño o niña pequeñita de un año, que no puede escribir..... Asimismo me aseguró la Madre que, hasta alguna vez en el confesonario, estando por fuera el R. P. Julián Ya- gúe, su Director, éste le hizo llevar tintero y papel; pero: Sor María Ana, aunque lo procuraba, de ninguna ma- nera podía escribir. Me añadió más, a saber: que nues- tra dulcísima M. Sow María Ana, por tres veces cada día, hasta que cayó en cama para morir, procuraba en- sayarse en cumplir la orden y jamás le fué posible (*). Mas en btra carta nos comunicaba el mismo Sr. Peni- tenciario que ya que la Sierva de Dios no podía hacerlo, muy contra su voluntad, ella (la Abadesa) escribía al se- ñor Obispo según le iba dictando la monjita... Según decia la Rvda. Madre, habiendo procurado ella (1) Nótese esto para entender que el señor Obispo daba impor- tancia a las cosas de la Sierva de Dios. C; Carta del 21 de febrero de 1913.

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