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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 27: Ni se ha dejado de menear el detalle de que Sor María Ana no enviaba al Sr. Obispo la relación de su vida..... Primeramente, como ya hemos dicho anteriormente, mo dependia eso de la voluntad de la Sierva de Dios... Deseaba ella comunicarse con el Sr. Obispo y suplicaba que viniese para comunicarle lo que fuese de su agrado... Si estaba dispuesta, por obediencia y por reverencia, a comunicarle todo su espíritu, como nos consta certi- simamente por haberlo oido de su boca misma, ¿qué le importaría a ella que esto fuese por escrito o de palabra? Harto sufrió por esta contrariedad. En segundo lugar, históricamente es cierto, que aun- que ella no podía escribir dicha relación por impedírselo fuerza superior y ajena a su voluntad; mas escribiala otra mano... El no poderlo hacer de su mano, podía ser arte del enemigo por hacerla incurrir en desobediencia apa- rente, o por permisión de Dios que la quería para santa y no para escritora... No había de ser mujer de pluma co- mo Sta. Brigida, Sta. Teresa, M. Rocaberti, que escri- bió 26 tomos in folio, o Sta. Gertrudis que redactó 8 li- bros..., elc. La Orden seráfica se hubiera gloriado de enumerarla entre las Santas que dentro de la orden es- cribieron por obediencia su vida y revelaciones, boy tan leídas, por sí mismas o por medio de sus secretarias, co- mo Sta. Angela de Foligno, Sta. Catalina de Bolonia, la V. Maria Escobar, Sta. Catalina de Génova, de espíritu eminentemente franciscano según el barón J. Von Hu- gel, Sta. Verónica de Julianis y otras... A pesar de todo, véase lo que ocurrió en el asunto que nos ocupa; lo to- mamos de una carta del Sr. Penitenciario, que dice así: En la tarde del 21 de febrero de 1913, me refirió en el torno de la portera de la Ryda. Madre Abadesa del con- vento de Capuchinas de esta ciudad de Plasencia Sor 18 | ! | | | | | e ps

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