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270 LA PERLA DE LA HABANA mayor excepción a causa de su profesión y rectitud y, sobre todo, testigos oculares, da mayor autoridad al re- lato... Pocas biografías serían aceptables si el ser reli= gioso o religiosa del mismo hábito fuese motivo de recusación. El P. Arturo Calvez acaba de escribir la vida de su hermano de religión P. Pablo Ginhac, S. J., que hace unos doce años murió. ¿Con qué testimonios teje su obra? Con testimonios de amigos y compañeros... Alguños ponen reparo en que los Siervos de Dios des- cubran a veces sus favores y gracias de Dios recibidas... Nuestra santa lo hacía impelida por la obediencia, con- tra la que no podrá faltar un espiritu recto en lo que está de su parte... Pero, por lo mismo que muchas de dichas gracias son gratis datas, es voluntad del Altísimo que a veces para bien de otros se descubran... Santa Clara de Asís, próxima a morir, decía a su parienta Sor Amada: «¿Ves cómo contemplo al Rey de la gloria?» (*) Tampoco les sufre el sentimiento de verdadera humil- dad, según ellos dicen, que los Siervos de Dios dejasen escritas muchas de esas gracias... Si realmente fuese eso cierto ¡pobre Teresa-de Jesús! ¡pobre Santa Brigida!, etcétera. A veces tenían que hacerlo para facilitar las cuentas de conciencia o para mayor exactitud de ellas, como ocurrió, aunque con pocas cosas, en nuestra vene- rable monja... Suelen constituir un rico archivo estos autógrafos, como acontece con las Sabatinas o cuentas de conciencia de la V. Agreda... Ni se diga que esto de escribir y descubrir mercedes extraordinarias sea una bobada de mujeres... El bienaventurado Raymundo de Capua nos refiere, sin temor a faltar a la humildad, cómo vd) Cherance, «Vida de 8, Francisco de Asis», PÁg. 159.
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