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E 27 VEA TAI o MM TE AD ARANMARRAS 268 LA PERLA DE LA HABANA Teresa, al empezar a recibir los favures divinos y a en- trar en las «vías extraordinarias», estaba atormentada por cierta especie de terror: temía parecerse a Magda- lena (*)... El caso es que fué ella misma tratada como «andariega y monja distraída» y nada santa por el mis- mo Nuncio de Madrid y otros Prelados... Repetimos que toda prudencia es poca... Cuando ocurre un caso como el de Sor Magdalena, es de rigor un procedimiento se- vero, imponiendo pública retractación para deshacer el escándalo causado con su hipocresia... Quien no obli- gue a eso, ves que no conoce sus deberes o es que no cree.en la falsedad... Magdalena de la Cruz, después de completar sus primeras confesiones, fué trasladada fue- ra de la ciudad y concluyó sus días como penitente, lejos del claustro, gue por ella había sido deshonrado (5. ¡Cuán diferente fué la historia de Sor María Ana! Quien haya seguido nuestro relato lo habrá podido ver... Nota oportunamente el autor de donde hemos sacado la historia de Magdalena de la Cruz, que sus prodigios no se parecian en nada a los del Buen Maestro, porque aunque herían los sentidos, ni iluminaban las almas ni fortalecían los corazones. Esto es, todo lo contrario de los verdaderos prodigios de los santos y de los de nuestra Sor María Ana, que afervoraban el pecho, y sobre todo, como ocurrió en Sor María Felisa y Sor María Inés, fue— ron causa o-motivo de su conversión como de la conver= sión de otras muchas almas. Por eso murió nuestra dulce capuchina tan plácidamente y despidiéndose de sus Her- manas, diciendo: adiós, adiós, me voy a Dios. Acabó tan apaciblemente como vivió, según llevamos probado con tantos testimonios. (1) «Historia de Sainte Therese», por una carmelita: I, 145. (2) Véanse «Psicología de los Santos», por Joly, pág. 99.
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