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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 265 Patriarca y Padre de la vida espiritual, me hacian co- nocer mejor y sentir, sin duda alguna, que su espíritu (el de Sor María Ana) y corazón recto eran del todo de Dios nuestro Señor. Lo mismo me parecía deducir del estudio del P. Scaramelli en su "Directorio ascético- místico”, tan recomendado». Finalmente, el último testimonio será del P. Yagie, que fué su último Director, nombrado también por el se- ñor Obispo. Su pensamiento está patente en la «Defensa» que hizo de Sor María Ana contra sus calumniadores; copiemos algún párrafo: «Era tanta y en todo su perfec- ción que ninguna de las religiosas que la han conocido podrán señalar una falta verdadera en el cumplimiento de sús deberes. Nada extraño que fuera de Dios tan seña- ladamente favorecida y regalada con los dones singula- rísimos de su amor...» En un informe de febrero de 1902 decía el dicho Padre al señor Obispo: «Los favores que Dios le ha hecho son tantos y tan extraordinarios que mis luces no bastan ni para declararlos ni para calificarlos según las obras o tratados de mistica teológica... De sus virtudes digo que su humildad raya en anonadamiento, su deseo de pade- cer y su amor a la cruz como el de aquellas almas san- tas que decían: padecir y no morir...» (t) Il Comprobado asi, con tan firmes testimonios, cuanto llevamos escrito, se nos presenta una dificultad: ¿Y el señor Obispo, qué pensaba de ella? Se ha creído que el venerable Prelado fué contrario al espiritu de Sor María 1). Véase cn el apéndice 1 carta do estos dos Directores, cuyo parecer solicité al tentar de « ojnr esta historia,

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