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ON A rr A E A po nn RA A q PTI e 264 LA PERLA DE LA HABANA y en lá «Defensa», del R. P. Julián Yagúe. Dice así: «A las preguntas qué usted (D. Policarpo del Barco), se digna hacerme, digo: A la 1.* que, en efecto, oí en confesión y examiné a la luz de mis cortos alcances el espíritu de Sor María Ana, con beneplácito del Exce- lentísimo Prelado y por indicación suya. A la 2.* digo: que fuí a oirla con un poco de recelo, por ser posible un engaño en el camino espiritual extraordinario; pero de- claro francamente que las investigaciones que hice de ella y en ella me agradaron por completo, entendien- do que el suyo era espíritu de Dios... A la 3,2 pregunta contestaría con más amplitud; empero, por ahora no juz- go oportuno ni necesario dar a la contestación otras di- mensiones que las de una sencilla respuesta. Vi en ella un espíritu privilegiado, afianzado sobre las dos robustas bases de la obediencia y la humildad, y sostenido por una asistencia maravillosa de parte de Dios», etc. . Me consta que también el P. Arévalo trató su espiritu y lo aprobó, pero no tengo a la mano su informe ni sé que lo haya redactado... ó Veamos ahora el dictamen de sus directores señalados porel Sr, Obispo D. Pedro Souto (q. e. p. d.) El prime- ro fué el Sr. Penitenciario, D. Policarpo del Barco, que nos ha dejado unas anotaciones o cuentas de conciencia preciosas... Como su pensamiento corre fervoroso y en- tusiasta por las páginas que escribió y consejos que dió para el gobierno del espíritu de Sor María Ana, sería preciso publicar su manuscrito... Depositario de las ma- ravillosas cuentas de conciencia semanales, poco más o menos, sabe acaso mejor que ninguno el tesoro que en- cerraba aquel corazón. Nos contentaremos con citar al- gunas de sus palabras... «Las reglas de S. Ignacio, gran a las que contesté en conciencia, y la contestación está

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