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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 263 señor obispo. 2.* Si le pareció espíritu de Dios el que la animaba. 3.* Qué juicio formó de-sus carismas... Ved aquí la contestación lacónica a estilo escolástico: A la 1.* dice: «La traté y, en cuanto me fué posible, la examiné». A la 2.* «Afirmativamente». A la 3.* «Par- ticularmente me edificó en aquella Sierva de Dios su fidelidad a las divinas inspiraciones, el deseo de ser des- preciada y de su mortificación propia que la animaba en todas sus acciones y el amor a la observancia regular... Los dones extraordinarios del Señor, como luces, inspi- raciones, etc., no le disminuyen el sólido amor a las vir- tudes religiosas que he indicado antes... Este es el juicio que formé entonces, el que tuve el honor de exponer al Rdmo. Sr. Prelado de la diócesis y el que ahora reitero en la presencia del Señor, y firmo de mi mano en Ma- drid, 10 de marzo de 1906.—José M.* Ahicardo, S. J.» Pongamos seguidamente el informe del M. R. P. Lo- renzo de Arráiz, Guardián entonces de los capuchinos de Salamanca y luego Provincial de Castilla, Dice así: «Muchas almas he dirigido y tratado, pero nunca me encontré con una que tuviera tantos signos tan explici- tos e infalibles de que Dios la llevaba por caminos ex- traordinarios como la de Sor Maria Ana. Digase lo que se quiera, yo estudié con ese motivo y leí más mística que pueden haber leído todos los que la censuraron.,. y hallé que en el caso se encontraban todos los signos de un alma muy privilegiada, y eso que yo fui algún tanto prevenido contra los sucesos que tenían lugar en aquel convento.» (Carta al P. Yagúe.) El tercer teólogo que examinó exprofeso por orden del señor Obispo, soy yo; y debo declararlo aquí, porque, <uando no pensaba yo en escribir este libro, se me hi- cieron a Vigo las tres preguntas que al Padre Ahicardo,

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