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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 261 exageradamente, porque juzgan con demasiado perso- nalismo, porque quieren sacar la ciencia de los hechos de su interior, y los hechos son exteriores a ellos...; de- ben discutirse, afirmarse o negarse con testimonios... Ahora bien, la vida de una persona es un tejido de he- chos... No basta decir: «tal o cual cosa es inverosimil; yo no la creo...» La crítica discreta se atiene a la docu= mentación, al testimonio..., cuando carece de experi- mentáción propia... Es, además, regla de critica juicio- sa el tener en cuenta que uno puede ser completísimo testimonio en filosofía, y una nulidad en religión o histo- ria... La crítica juiciosa no olvida, por otra parte, que las cosas morales serán mejor juzgadas y apreciadas por los que las practican que por otros que, aun siendo entendidos en varias ciencias, no se dedican a la prácti- ca de la virtud. Un escéptico, desconocedor de los auste- ros goces del sacrificio, no puede tener en ese punto tan- ta autoridad como un virtuoso... En una palabra, es regla de crítica reconocer que la historia tiene por objeto narrar los hechos; que los he- chos del pasado no nos constan más que por documen- tos; que estos documentos están relatados por testigos más o menos presenciales de los sucesos mismos..., que los documentos escritos a raíz de los acontecimientos son la expresión sencilla y verídica de los recuerdos que habian dejado en el alma de los que los presenciaron... A la luz de estas reglas de crítica directa y juiciosa, considérese cuánta importancia y valor tendrán en nues- tro relato las fuentes de que nos hemos servido, y que he- mos expuesto en la adveríencia preliminar. Hemos vis- to a testigos presenciales unidos en el recuerdo y culto de Sor María Ana..., y si el testimonio tanto es más ve= rídico cuanto los testigos son más uniformes en un me- LOL E im $ ; 0 / 4 ' A ll 180 3 i i 4

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