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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 257 Es verdaderamente grande este favor, porque, con ser la más grande de las dichas el ser predestinado para el cielo, sin embargo nadie tiene ni puede tener de ello certidumbre absoluta, conforme al texto del: Eccles. IX: «No sabe el hombre si es digno de amor o de odio...», sino «que todo se guarda en secreto». Y al canon del Concilio Vaticano: Sí quis magnum illud-usque in f- nem perseverantico donum, etc. (t) Sólo puede saberse con certidumbre absoluta por una revelación especial como la que tuvo el seráfico Padre S. Francisco y nues- ra admirable Sor María Ana... Cuando el Señor se dig- nó revelárselo al glorioso Patriarca, anduvo varios días transportado de gozo como extático y lleno de dicha, como presintiendo el contento celestial. Pues bien, aquel divino Infante que tantos y tan ad- mirables prodigios hizo con su Esposa, el mismo que cual si fuera de blanda y sonrosada carne trataba con ella, roto el encierro, por orden y autorización del señor Obispo D. Francisco Jarrín, recibe hoy un culto cariño- so y constante en aquel sagrado convento... Por cartas que de aquellas venerables religiosas hemos recibido, y por lo que a ellas personalmente hemos oído, nos consta que aquel divino Niño atrae muchos corazones, y que desde luengas tierras, a donde ha llegado la fama de la santidad de Sor María Ana, se reciben regalos y reco- mendaciones para él... Nosotros pudimos venerarlo en diciembre de 1912, y le pedimos gracia para poder hacer algo en favor de su regalada Esposa... No sentíamos pe- jueña emoción al recordar que viviendo Sor María Ani- ta tuvimos la dicha de tenerlo en nuestros brazos... Que El nos dé gracia para continuar nuestro apostolado, que 1) Sesión 6, cán. 16 A A A A A A A A A NI air
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