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A IS AAA ATRAS RR pt rr ie e — eo A A + a rs a a ar 256 LA PERLA DE LA HABANA así acrece la cuenta como acrecen los beneficios recibi- dos... Percibíamos en ella unos golpes de pecho fortísimos; a la verdad, parecía como si un volcán buscase su cráter y abertura para exteriorizarse... Después, imponiéndola - obediencia para que declarase lo que se le preguntaba, fué grande mi sorpresa al ver que estaba leyendo en mi pensamiento, y en medio de aquella revelación de lo que yo pensaba, obligada por la obediencia, me declaró lo que Jesús le dijo en una ocasión acerca de su salvación eterna... Hablaba ella dulcemente con su Amado boca a boca, apretándole afectuosamente sobre su corazón... Expo- níale el tormento que sería para ella el que algún día pudiese separarse de su amor... Decíale todo con santa ternura y cariño; que al cabo Jesucristo le dijo que ya no temiese, que nunca haría El con ella lo que hacía, si al- guna vez hubiesen de vivir separados... El misterio que en medio de estas frases descubrió no se puede revelar todavía... El criterio de varones amigos y la prudencia de los que han entendido en el asunto nos han aconseja- do dejarlo, por ahora, en la obscuridad... Atribuía la Sierva de Dios esta gran merced, no a sus méritos, que estaba lejos de creerse con ellos, sino a la misericordia y bondad de su Esposo celestial... Sin te- mor, pues, a equivocarnos, podemos aplicar a ella lo que decía S. Crisóstomo: Quia sciebam vos antequam nati esselis hujusmodi futuros hac vobis a me preparata sunt (*): «sabía desde ántes que nacieses lo que habías de ser, y por eso te preparé estas cosas». Era de aque- llos que previó Dios y predestinó (*) hacerlos conformes a sí y decretó salvarlos por su misericordia y amor... (1) Homil. 80 in Math. (2) Romanos, VIII. $

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