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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 253 dir los rigores de la crueldad judia con sólo vartar en su testificación. Acaso podría haber interesado a las reli- giosas el variar viniendo a un acuerdo con la parte con= tradictora... pero no; era imposible hacer traición a la conciencia... II Dios ha querido, empero, honrar el sepulcro de Sor María Ana permitiendo que se percibiera en él un olor fragantísimo... Sobre esto testificarán siempre que para ello sean requeridas las Religiosas de la Comunidad... Dios ha querido honrar así muchas veces a sus santos haciendo que sus cuerpos, aun cubiertos y todo, etC., dieran de sí esos olores místicos... De Sta. Martina, dice la historia y lo pone el Breviario que usa la Iglesia, que manó leche y sangre de sus heridas y que su cuerpo exhalaba suavísimo olor (*)... De esta gracia singular participó el cuerpo de Sor María Ana; veamos un nuevo detalle.,. Una señora cuhana escribía al P. Julián Yagúe lo siguiente: «Hace algún tiempo me escribió la Superio- ra de las capuchinas una carta en la que me mandaba una estampa tocada a la tumba de Sor María Ana, y despedía tal perfume que uno de mis hijos que la traía me decía: «Abrela, mamá; ¡qué buen olor tiene!l»; y to= dos mis demás hijos también me lo decían» (*). Pero otra cosa notable, y por lo que Dios quiso glori- (1) Ex vulneribus lac cum sanguine erupit... Suavissimus odor e corpore emanavit... (En el día 27 de febrero). (2) Carta de doña Candelaria, fecha 168 de mayo de 1906. También consta el olor suavísimo que salía de los huesos de la Sierva de Dios Sor Beatriz de Silva, olor de tanta dulzura y sua- vidad que todos sentidos exteriores eran maravillosamente re- creados. El hecho aparece como argumento de santidad en su pro- ceso. «Vida admirable», edición de Madrid, pág. 89 y siguientes

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