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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 243 netrase en todas las partes del cadáver...; que la flexibi- lidad que conservaba a las veinticuatro horas fuese un estado de relajación prenuncio de la resolución anatómi- ca...; que aquel cuerpo llagado y herido se prestase a más pronta corrupción que otro cuerpo intacto, como es natural...; que favorezca a esta misma conclusión el ser mujer y de temperamento linfático, que no tenemos ave- riguado que lo fuese...; que se la considere como muerta por axfisia o de infección (*) y, por ende, con mayor pro” pensión orgánica a la corrupción; ¿qué se deduce de ello? Nada. ¿Acaso estaba Dios obligado a hacer un milagro para preservarla de la corrupción? ¿Acaso el que un Ca- dáver camine por sus vías naturales a la resolución ana- tómica es prueba de que el alma que lo animó no fuese santa? El premio de los cuerpos no es la incorrupción presente, sino la incorrupción futura... En la hora de la resurrección de los cuerpos aparecerán gloriosos y trans» parentes como globos de luz... Pueden bajar ahora al se- ga pasto de los gusa- pulcro, donde la corrupción los ha nos... Pueden haber sufrido una descomposición más rá- pida que otros cuerpos por concurrir en ellos elementos químicos que favoreciesen este fenómeno. ¿Por eso he-= mos de tener en menos las virtudes del espíritu, que du= rante la vida se valió del cuerpo como de instrumento de perfección? MI Queremos que se fije la atención en estas reflexiones... Precisamente los cuerpos de los santos están más ex- (2) Realmente en los casos y circunstancias que señalamos, la putrefacción está presente y en condiciones de mayor claridad: asi como los difuntos por envenenamiento con arsénico, sublima- do corrosivo, etc. se preservsn mejor por ser estas sustancias antisépticas.

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