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e mm ED a E comme A A mr 236 LA PERLA DE LA HABANA simos dos platos para que no se perdiera... Después, como veíamos que nus venian días terribles, temiendo no la fueran a coger con alguna irreverencia, la echa mos en la misma sepultura en que fué enterrrada.» 1 Al oir este relato alguno podrá abrigar la duda de la muerte real de Sor María Ana... Pero la fisiología de- termina señales seguras de la extinción de vida... La absoluta ausencia de los movimientos cardíacos es una de ellas... El corazón es lo último que muere; cuando cesa en sus funciones han dejado de vivir los demás miem- bros o músculos... Es claro si durante los primeros veinte minutos la auscultación verificada sobre el pecho en la región cardíaca no acusa movimiento alguno del corazón, según el Dr. Bonchut (*)... En los casos de muerte aparente por asfixia, síncope, etc., aunque pa- rezcan haber cesado las pulsaciones radiales de la arteria y del corazón, se perciben, no obstante, si se auscultan con cuidado... No desconocemos el desenvolvimiento de la medicina experimental y las opiniones de Josat, Du- chene, Andrel, Tounier y otros que, con ejemplos de experimentación directa, prueban que esta señal no es absoluta... Sabemos igualmente que la conjunción entre la circu- lación de la sangre procedente del movimiento cardíaco y el sistema vasculoso. y la vida, no es tan indisoluble que, faltando aquélla, falte por necesidad ésta... Mas si bien no se da conclusión absoluta entre esas premisas y la muerte, sin embargo puede deducirse moral y ge= neralmente que eso es lo que ocurre, que cesando de 3) () «Lesignes de la mort», París, 3," edit., pag. 177 y sig.
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