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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 233 na, aun en lo que fué visible... Pero no debemos aten- der exclusivamente al exterior..... Cuando se ha vivido vna vida transcendental, cuando se ha obrado como si no se viviera en la carne sino cual si se fuera puro espí- ritu, es preciso reconocer a la vida interior mayor im- portancia que a la exterior... Es verdad que debemos mirar el hombre entero..... El hombre es ser sensible, pero no sólo ser sensible: habita en él un espíritu vivo que lo anima; en ese espiritu tiene origen toda activi- dad... Cuando desaparece, desaparece con él la vida y el movimiento... Si la actividad exterior es prueba de la interior; si donde ésta no se manifiesta exteriormente nadie cree en su existencia interior, es cierto también que no puede aquélla existir sino en tanto que le anima el espíritu interior de vida... De lo cual se echará de ver cuánta mayor excelencia debe encerrar la actividad y vida interna que la que se manifiesta corporalmente. De la vida interior recibe la exterior su valor y su capa- cidad... Si tan bella y sorprendente se nos ha revelado la zona visible de Sor María Anita, ¿qué mundo de perfección no se deja adivinar en su zona interior? Pero esto queda en un arcano... Sólo Dios puede ser conocedor de la vida interna y de sus grandes desarrollos espirituales Cuando la Sierva de Dios subió al cielo llevóse con ella todos los secretos y todas las sublimes realidades de su alma. Alléguese a esto que, como se ha dicho, había ella ne- gociado con Cristo quedasen ocultas muchas pruebas ex- teriores... El alma que animó su cuerpo y el cuerpo que sirvió su alma tendrán en Dios su recompensa cabal y eterna... Después de lo que se ha explicado en el capitulo ante-
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