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O a IR ARA RDA COSER NA E o 230 LA PERLA DE LA HABANA se comprende la santidad, y se cree en su ausencia cuan- do en el curso de la historia de las almas han aparecido algunos rastros de la naturaleza, o porque hemos sor- prendido en ellos algo v mucho que aparece en nosotros mismos... Para ser santos no se requiere vivir siempre arrobado o traer la carne cargada de todo género de ci- licios... Dadnos almas sencillas, verdaderas, naturales; con ellas, aun hoy día, dada la gracia de Dios, haremos santos... Lo que nos hace falta es desear serlo... Ved ahí la di- ficultad mayor... nace de nosotros mismos... Jesucristo había dicho: «Bienaventurado el que ha hambre y sed de justicia, porque será harto» (*). Jesucristo, de su parte, lo ha dicho mil veces: está impaciente, ganoso de corazo- nes que le amen... Así se lo manifestaba Sor María Ana a su Director en la cuenta de conciencia del 6 de marzo de 1901... A veces dirigía a Jesús su amante Sierva estas palabras: ¿Pero no os bastan en el cielo la Santisima Vir- gen, San José, nuestro P. San Francisco y demás bien- aventurados?; y Jesús le contestó: «No; quiero estar jun- to a tu corazón, y deseo corazones que me amen.....» (*) Si con la lectura de estas líneas hubiésemos consegui- do que un corazón se le entregase y amase totalmente, daríamos por sobreabundantemente remunerado este tra- bajo... Tenemos la convicción plenísima de que se le rehusa a Jesús este sacrificio porque se supone que es un sacri- ficio intolerable... La voz de Jesús no exigirá al corazón crueles desgarramientos y abandonos... Jesucristo no exige de los que se le entregan otra cosa que la fidelidad (1) San Math., 111-15 (2%) Anotaciones del Sr. Penitenciario.
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