BCCPAM000R09-1-21000000000000

SOR MARÍA ANA DE JESÚS 223 Madre! ¡ay, Madre! ¡ay, todas! ya lo verán y no tarda- rá mucho: ¡cuánto yo sufro ahora!» Sufría participando de aquel pronóstico doloroso... (*) Pronto se echó de ver, por desgracia, a qué se refería la moribunda religiosa.. Tenía clara visión del porvenir. La Comunidad de Pla- sencia tuvo que andar un calvario bien cruel y doloroso, sobre todo desde la muerte de Sor María Ana. En prueba de aquella visión de la realidad que tenía, dijo estas otras palabras a la Abadesa: «Decid al Sr. Pe- nitencjario que se conforme con la voluntad de Dios, pero no me verá ya ni viva ni muerta» (*). Las dos pre- dicciones eran correlativas y se cumplieron puntualisi- mamente, como es público y notorio. Hay una nota interesante en el manuscrito de Sor María Paz, que no se puede omitir: «Después que mu- rió, dice, le quitamos el santisimo Niño, y entonces vino el confesor Sr. Marroquín, marchándose enseguida al ver que ya había expirado... (*) ¿Es que no tuvo quien le auxiliara en aquella hora suprema? Es tan grande y providencial el amor de Dios, que allí donde pone la llaga coloca el remedio. Consintió que se encadenara sobre Sor Maria Anita y sobre la Comunidad aquella tribulación expiatoria, cuyo más firme apoyo, aunque falso, había de ser la muerte de la Sierva de Dios...; pero ordenó igualmente, para depuración y examen de la verdad y defensa de la inocencia, que sucedieran los hechos como ahora vamos (1) También el seráfico Patriarca murió diciendo a sus hijos: «¡Adiós, mis hijos! ¡adiós, todos! No está lejos el tiempo de la prueba y las tribulaciones. Felices los que perseveren en el bien comenzado». Cherance, cap. XVIII. (*) Manuscrito del convento de Plasencia de Sor María Paz. (9) Ibid., pág. 118.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz