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LA PERLA DE LA HABANA dónde tu imperio?.. Tú no has sido un castigo, sólo has servido de puerta para un tránsito glorioso... Bendita Seas..... Sucedió esto el día Y de agosto de 1904, cuando Sor E María Ana contaba los 22 años y dos meses de edad y : cinco años y días de vida capuchina... A primera vista, parecerá que esa tan rica flor fué segada demasiado tem- prano, pero si se tiene en cuenta la máxima del seráfico Patriarca, de que «vida sin mancha es larga vida», he- mos de reconocer que está bien cargada de méritos... En tan corta edad ha dejado obscurecidas muchas vidas san- tas de largos años de austeridades y trabajos... Los mis- terios de la gracia estaban ya consumados. ... Dejemos a la ilustre y gloriosa virgen capuchina go- zar de sus celestiales arrobos y de la visión clara y eter- ES a a A AAN e na de la Majestad soberana... Que desde allí se acuerde de nosotros y nos dispense cl valimiento y favor que con amor y devoción entrañable le pedimos... | Todavía nos resta que hacer a la cabecera de la enfer- | ma... Volvamos allá y recojamos algunas palabras que han caído de sus labios. Cuando en el capítulo anterior hemos aducido un dato profético, hemos dicho que la cruz, que en aquella pro- focía se le disponía, extendía sus brazos más allá de su tumba... Acerquémonos, pues, ahora a la cabecera de la enferma. Ella hablaba con la Madre Abadesa en la mañana del mismo día que murió, y le decía: «¡Ay, Ma- dre!, ¡ay, Madrel!, si viera su Reverencia qué oprimida estoy, todo parece se me agolpa». Pensó la buena Pre- lada que se refería a algún dolor suyo, pero no; ella, de su parte, está tranquila; contenta iba al Señor, pero veía un nublado que se cernía sobre la Comunidad. Era la extensión de los brazos de aquella pesada cruz... «Ay, | AAPP ÓN nn er A SES is IA AARTIIOA ¿AIN JEDI INIA IIA MANTA A AI Y A

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