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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 221 como era tan humilde y tenía siempre tanto deseo de ocultarlo todo, no decía más que me voy a Dios. Dé- jenme pasar, que me marcho; adiós..... » ¿Qué ocurría en aquel instante sublime, con tan pre- ciosa y pura criatura? ¿No es dable suponer que visiones angélicas y de santos se le aparecían para preludiar la dicha que iba a tener en el cielo? Como S. Benito, un camino de luz iba a recorrer hacia la Patria ventu- rosa la que tan ferviente anduvo en vida el camino de la crúz... Siempre se transforma en claridad la senda que por algún tiempo se veía sombreada por las dichosas y aparentes tinieblas de la cruz... Sor María Ana veía abierta la senda luminosa; con afán, con vehemencia pura, quería lanzarse a recorrerla ella, que siempre bus- caba abajarse y esconderse por la humildad... Pero el que se humilla será ensalzado... La hora es llegada. .... Parecerá haber volado ya a la gloria, pero todavia vi- vía enla tierra... Algo le faltaba... Sí, era Jesús, su dul- ce compañero y Esposo... Una religiosa trae el Niño di- vino, se lo acerca a la cama, y Sor María Ana lo coge con tal presteza y amor, que diriase haber recobrado to- das sus fuerzas... Con el santisimo Niño en los brazos, como rico tesoro que debía llegar a la otra vida, dejó de hablar, inclinó un poco la cabeza sobre la imagen del Niño y expiró sin hacer ningún otro movimiento..... tl Muerte feliz y envidiable fin de una vida más envidia- ble todavía... La Perta DE La Hañana ha sido recogida en la corona inmortal de Dios... Las espinas con que sembró su vida penitente, se han abierto en flores de me- recimientos eternos... Oh, muerte, dónde está tu aguijón?

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