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216 LA PERLA DE LA HABANA A estilo de los santos, quiso prepararse a la parti-- da dejando la paz en la tierra, y con voz dulce y cari- ñosa pedía perdón a todas las Hermanas, pidiendo que la. encomendaran a Dios, quien les pagaría todo cuanto por ella hacían... Al propio tiempo que imitaba al seráfico. Padre dando gracias a Dios por los padecimientos con que la visitaba en aquella hora..., quería también seguir su ejemplo de humildad reputándose por el mayor peca— dor y pidiendo perdón hasta al hermano cuerpo por los malos tratos que le había dado... Era natural que alma gemela a la del gran Penitente de Umbria durante su vida, imitara también al agonizante Patriarca, en su úl-- tima hora. Tenía costumbre la humilde virgen de pedir perdón» de las molestiasque les causaba hasta a los Directores, por oirla en confesión o en la cuenta de conciencia; no era de extrañar que, próxima a morir, hiciera lo propio con más viveza y fervor, pidiendo también a D. Narciso Díaz: de la Cruz, médico de cabecera, al igual que a las reli-- giosas, tuviesena bien dispensarla y perdonarla de los ma- los ejemplos que les había dado..... El justo es siempre acusador de sí. La humildad es in- dustriosa y hábil para ver en todas las cosas, hasta en las más perfectas, su lado defectuoso. Lejos de temer a la muerte, diremos con un biógrafo» del seráfico Padre, «la mira plácidamente, al modo de un amigo que se sonrie con otro...» ¿No le iba a abrir las puertas de la ciudad de la paz para llevarla junto al trono de su Amado? Desde que se inició la enfermedad hasta que recibió la santa Unción, era una tan grande alegría la que con= tinuamente manifestaba, y le daba el corazón golpes tan fuertes y tan repetidos, que parecía se le saltaba el pecho- €

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