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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 211 está exento de pecado» (!). Espiritus curiosos, amigos de entrar en todo secreto, olvidando el consejo del Ecle- siastes: «no quieras ser demasiado justo, ni saber más que es menester» (*), dando por averiguado lo que no en- tra en sus averiguaciones y discursos, tienen por pruden- te y sabio condenar lo que no les ha convencido o no han podido adivinar. . .. ¿Y si en ese trabajo de investigación ejerce su influen- cia maléfica el amor propio?.... Pof' algo se ha dicho, que de tres siglos a esta parte la historia es un atentado contra la verdad..... Dijo un día el fisonomista Zopiro, que había estudiado atentamente los rasgos de Sócrates, que aquel hombre tenía las más perversas inclinaciones y una naturaleza de difícil dominio..... En un personaje así, la historia fácilmente recibe las impresiones del temperamento y no hay que esperar rec- tificaciones oportunas. Aquella naturaleza de dificil do- minio llevará adelante su obra y no reparará en las con- secuencias... Por eso, es temible que se entreguen en sus manos las calificaciones sujetivas de los personajes que hayan de entrar en el cuadro dela historia... No debe ser aquí el amor propio el tejedor de la urdimbre... Los hechos, imparcialmente contados y oportunamente rec- tificados cuando se ha caido en la cuenta del error, son los elementos históricos que vienen a firmar el patrimo- nio auténtico de la humanidad..... El norte de los santos fué siempre este: «No os dejéis vencer por el mal, sino triunfad del mal por el bien» (*). (1) Prov. XX-9. (?) Ecls. Vi1-17. (?) Romanos, XI1-21

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