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> Es 210 LA PERLA DE LA HABANA No fué floja, en efecto, la persecución y la deshonra que- había caído s»bre aquella ejemplar familia religiosa por parte de aquella conjuración... Pero continuemos copian- do las frases de la arrepentida monja: «Madre mía, tú sí que eres santa; después de la Virgen, no hay otra como ella...» Hay que perdonar estos arranques, inspirados por el dolor y por el entusiasmo... el torrente apresado hipó- critamente por- mucho tiempo, toma su curso, llena y rebosa el cauce del corazón y de la palabra..... «Padre mío San Francisco; qué hija tan santa tienes en el cielo» sigue aún la nueva Magdalena... «Dichosa Plasencia, si conocieras el tesoro que Dios te ha re— galado»!.... Es el panegirico más bello que brota de los labios del arrepentimiento..... Sí; Sor María Anita es un tesoro riquisimo..., ente- rrado por las mordacidades y maledicencias de sus ene— migos de última hora; mas, la luz ha conquistado su lu- gar, la verdad ha roto los cendales de la pasión y del error... Pero, todavía no luce el sol con todos sus esplen-— dores... ¿Qué hace falta?.. Un compás de espera..... La solución de la segunda parte de esta contrariedad, la dejamos a la voluntad de Dios... La historia es un te- jido de sucesos bajo la acción de la Providencia... La filosofía de la historia presenta grandes sorpresas al pen- sador... La cruz que ella aceptó y llevó con tanta forta— leza, ha extendido sus brazos fuera del marco en que de- bió aparecer ella, la dulce cantora del amor, la tierna» enamorada de la cruz... Calumniada, ultrajada y vejada aún después de su muerte, las blancas páginas de su libro se han visto salpicadas del lodo de pasiones humanas... A veces, no basta poder decir: «mi corazón es puro y

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