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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 207 se a dicho sacerdote; y aún más; desde el momento-en que el prelado asignó un director ad hoc, era más con- forme manifestarse a éste. Así lo hacía, en efecto, no sin que tuviese prontísima obediencia a todo lo que le mandara cualquiera, y más un confesor o sacerdote, en nombre de Dios... Tenemos entendido que el mismo Sr. Obispo tenía resuelto que no tuviese obligación de descubrirse a otro que al Director o a quien le señalase para el caso... Ello es que, fuese por lo que fuese, entre la religiosa y el sacerdote prepararon una buena cruz para la Comunidad y, sobre todo, para Sor María Ana... ¿Que cómo se portaba ésta en este conflicto? Como siempre: dulce y amablemente... Tenía empeño singu- lar en distinguir con su cariño a Sor María Inés...; y no es necesario demorar en este punto. Respecto al confe- sor, basta transcribir dos o tres palabras que hallamos en las cuentas de conciencia el dia 21 de enero de 1901: «Una vez recobrado (el conocimiento exterior), me ha- bla de lo que le sucede con el confesor, y dice: «no me ytrata aún como merezco», habiendo pedido a Jesús que se prolongue mucho, o que le tuviera siempre, si fuera de su divino agrado» ('). Con el afán de padecer y ser despreciada sufría con fortaleza y amor todo cuanto en= tonces y después ocurrió, y no es fácil relatar... Respondiendo a algunas consideraciones del Director, replicó que su mayor cruz sería el carecer de la santa Cruz. Lo que interesa consignar aquí es el resultado final de las maquinaciones, las cuales no hemos de extrañar mi- rando el plan de la Providencia amorosa que de ese modo —aunque bien duro—prueba, acrisola y confirma (1) Anotaciones, pág. 23 ADA RIAS EI AARAAD ARA A A e

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