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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 203 1900, Dios concedió a los poderes del infierno libertad amplia para tentar y mortificar a Sor Maria Ana... Re- cordarán las mil durísimas maneras con que fué pro- bada...: cómo tenía que arrastrarse entre tormentos para ir a comulgar..., cómo tuvo que. luchar hasta con los enemigos transfigurados en ángeles de lus..... ¡Esto si que exige fortaleza de ánimo! ¡Una débil joven que se crió en el esplendor de una educación deliciosa de la Ha- bana, tímida como una paloma, hecha el blanco de la persecución de los espiritus infernales!... No decayó uh monento su valor, sin embargo. Ni se dejó engañar ni se dejó amilanar (*), Resiste humildemente y, al cabo, vence... Nunca dice: «he sufrido ya demasiado, no pue- do sufrir ya semejante afrenta...» Un día, empero, era más tremenda la tentación... Gemía la dulce Sor María Ana... Parecía estar sola en la tribulación..... Oigamos a su Director en la cuenta de conciencia del 17 de febre- ero de 1901: «También en este día me habló de las for- tisimas tentaciones que había sufrido contra la castidad, vehementísimas contra esta santa virtud de la pureza y completamente desconocidas para ella; efecto de las cua- les había clamado al Señor, diciéndole de lo intimo de su alma: ¿Dónde estabas, o dónde estás, Señor?... Y El le contestó al fin: «En medio de tu corazón estaba, dándote fuerzas y resistencia contra ellas» (*) Mas nuestra idea en este capítulo no es hacer hincapié en este aspecto de su fortaleza invicta..... Permitió el Señor que después de esta gran perse- (') Los enemigos no la dejaban ni de día ni de noche, tratán- dola cruelmente con golpes, ruidos y voces. E se quedaba tan natural que por nada se inmutaba, como si no fue ra con ella... (2) Ya hemos dicho que después de esta tentación los ángeles la ciñeron con un c/ngulo o cinturón, y nunca más sintió cosa algu- na contra la castidad.
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