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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 199 «de tres días, estando en el recreo con la Comunidad, to- «das las monjas vieron que lo tiraban de arriba, sin que supiesen quién; preguntada después por la obediencia, Sor María Ana declaró que se lo tiró la Santísima Vir- gen (*)... No podemos admirarnos de ello. La Virgen amaba a su Sierva con amor entrañable... Un día dejó caer todas las lágrimas de una Dolorosa en las manos de Sor María Ana. Acción significativa, porque, según se lo manisfestó la misma Reina del cielo, ésta hallaba en ella todo su consuelo. En retorno, la Madre de miseri- <ordia distinguióla con señaladas pruebas amor y de ca- riño... En otro lugar nos ocuparemos de otras maravillas y prodigios, sobre todo de los obrados después de muerta. 2) Ibid, pág. 74.

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