BCCPAM000R09-1-21000000000000

SOR MARÍA ANA DE JESÚS 13 Llena del Espiritu Santo la gran Sierva de Dios, veíase también llena de luz y llena de amor divino. Cielo, tierra, hombres, ángeles, santos, todo formaba para aquella alma de fuego un todo inseparable de conocimiento y amor... Todo formaba para ella un orden sobrenatural, «un mundo divino», según la bella frase del Dante: «To- das las cosas tienen entre sí un orden, y ese orden hace que el universo se asemeje a Dios» (1), y todo le servia de motivo de amor, de pregón de amores, que la obligaba a unirse más y más con su Criador, Esa reina do las virtudes se enseñoreó de su alma de tal modo, que su corazón parecía puro fuego... Un día decía en recreo a sus Hermanas de Comunidad: «Yo, si Dios me da su gracia, quiero amarle más que nadie si fuera posible». Constatan (*) las monjas que eran tan fuer- tes los saltos y los golpes que le daba el corazón, que pa= recía quebrársele el pecho... El que escribe estas líneas, como lo habrán observado otros confesores de ella, se ex- trañó no poco al escuchar en el confesonario aquellas su- bidas y bajadas violentas del pecho con ruido acelerado y premioso... ¿Qué ocurre?, la pregunté; contestándome ella que oyendo hablar de aquellas cosas no podía resistir, se le quería como escapar el corazón. A veces, extasiada, empezaba a gritar: «¡Oh amor, amor, corazón de mi corazón!, dejad todo esto para otras almas, que yo no quiero más que desnudo padecer» (?). Cierto día, caminando por el corredor llena de amor, se sintió incendiada, quemándosele la toca y la túnica y el pañito que traía al corazón. Como se viese llena de (ty Parad , 1-103. (2) Dispénsesenos el empleo de este verbo, que entra ya en el do- minio general de nuestros escritores. (3) Manuscrito de Plasencia, pág. 49.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz