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l if | A PX Pf 190 ¿=? LA PERLA DE LA HABANA cualquiera otro Siervo de Dios y quedarse firmes e in- mobles la doctrina y la moral de la Iglesia... Hay quienes se muestran demasiado exigentes y rece- losos cuando se trata de atribuir a un Santo una obra prodigiosa. Ha de creerse que los que la afirman tendrán los mismos reparos fundamentales que ellos y tanto amor a la sinceridad como ellos, Es mucha pretensión el querer pasar por tan circuns- pecto y comedido que se considere uno con derecho a ne- gar lo que otros, acaso con la misma circunspección y comedimiento, han asegurado. Estos han asegurado una cosa que tenían delante, que les era visible...; y... aqué- llos, lejos del campo de la realidad, embozados en una incredulidad concebible porque no han asistido a la rea- lización del fenómeno, negando aquella afirmación, in- curren en un escepticismo irracional, negando la fe que tienen derecho a reclamar de nosotros personas intere- sadas sólo en la verdad... Haciendo La Bruyére el retrato del hombre del bien, dice que no se le debería exigir nunca juramento, sino simplemente sí o no, porque añade: su carácter jura por él... Creemos poder asegurar que el carácter de las perso- nas que deponen en el asunto de Sor María Ana, jura por ellas... De mi parte declaro que su virtud es firme garantía de su veracidad... ¿Sería posible que una alma tan santa como hemos visto no fuese más que una fuente de imposturas? ¿Será posible que su corazón, tan unido a la virtud y a la humildad, no fuese otra cosa que un te- Jido de falsedades? No, no; es imposible... Toda santidad se resume en su veracidad... Qué es toda su moral y toda su vida más que el restablecimiento del reino de la

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