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182 LA PERLA DE LA HABANA En el apunte de donde extractamos este caso, se dice que la dicha religiosa, al presente, estaba en el Purgato- rio muy agradecida..... ¡Amor de Dios, qué dulce eres, qué compasivo! Espe- raste veinte años, y al cabo revelaste a la gran interce= sora la necesidad de aquella alma, para que, por medio de sus ruego y expiaciones, mereciese gracia tan sin- gular!.. Si Jesús es muy ofendido por tales ingratitudes de las almas religiosas, también es cierto que sufre mu- cho más al ver que se condenan, a pesar de su amorosa voluntad de salvarlas; por eso en este y en otros casos llamaba a nuestra santa su consuelo (*). Que lo fuese en muchas ocasiones no cabe la menor du- da, y que, por tener este consuelo, Jesús se dignaba ma- nifestarle el estado de muchas almas, tampoco admite contradicción... Si el divino Esposo sentía pena por el mal estado de sus almas predilectas, también la sentía Sor María Ana, y sabemos que sacrificaba ella su misma felicidad eterna, según la voluntad del Altísimo y pudien- do hacerlo sin pecado, por sacarlas de dicho estado y por que nadie se condenase..... Tenía singular cuidado de unir todas sus plegarias y ex- piaciones a los merecimientos de Jesucristo, su Esposo. y a los dolores de María Santísima, su adorada Madre... Si poderosa era su oración por proceder de un corazón puro, y de un espíritu rectísimo y encendido en el amor, que vese en él cuán poderosamente pueden ser ayudadas por sus queridos hermanos en los momentos más críticos de la vida Si es grande la responsabilidad, son también muchísimos los medios de pe Dios nos rodea para que resulte verdad su promesa; «poseeréis la vida eterna». Contra nuestras grandes debilidades están los grandes recursos que ofrece la religión; por lo cual na- die debe descorazonarse entre revestirse de dulce confianza y de verdadero amor. ($) Cuentas de conciencia.

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