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180 LA PERLA DE LA HABANA ligioso contra quien se desatan las tempestades del aver- no ha perdido la fe y ha degradado su hábito, todos di- rán: He ahí un sacerdote o un religioso que no cree, que no concuerda con su fe...; pero nadie tendrá derecho a decir...: los sacerdotes, los religiosos, no creen, no con- cuerdan con su fe... «El estandarte católico tiene una guardia demasiado numerosa y adicta para que el ejem- plo de un cobarde, de un tránsfuga, dé idea de la deser- ción» (1). No obstante, ese tránsfuga, ese desertor, no podrá cu- brirse con las palabras de Jesucristo...: «perdonadle, porque no sabe lo que hace». Ellos son palleas igni in- extinguibili ecomburendas (*): paja y sarmientos des- tinados al fuego devorador..., porque circa fidem naufra- gaverunt (*), y aunque no hayan perdido la fé, que fácil- mente se apaga al soplo de las pasiones, sobre todo en su corazón infiel... han perdido la vocación, y de ellos podre- mos repetir: ex nobis exierunt sed non erant ex nobis, nam si fuissent ex nobis manssisent utique nobiscum (*), Los que todavía permanecen después de haber incurrido en la deserción, merecen el calificativo de S. Agustín: Sunt in corpore Christi quomodo humores malí, Los humores morbosos que están dentro del cuerpo sólo sir- ven para causar dolores a todos los miembros... Esto nos recuerda aquel grito de S, Jerónimo sobre Arrio: Inge- mutt totus orbis el arienum se esse miratus est... Asi co- rre y se propaga el mal humor y el cáncer... Pero lo que hace terriblemente dolorosa la infidelidad de las almas a Dios consagradas,-es la sentencia del após- (1) Martinet, «Solución a los grandes problemas», tom. IT. (2) Math., cap. 1H. (% I Timoth. 40) Joan., Epist. I. e. 2 j

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