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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 179 causado a la Iglesia... Por eso la suerte de las almas al Señor entregadas eran para Sor María Ana el blanco predilecto de la intercesión... Condenarse dentro de una vida espiritual, a la que la vocación nos llamó, es posi- ble... ¡Terrible posibilidad!..... Bien dijo Mr. Vinet que «las convicciones engen= dran convicciones...» Al creyente, toca hacer creyen= tes... Al religioso, toca mirar por los religiosos... Para un alma convencida de la hermosura de la vocación, na- da hay más espantoso que la infidelidad a ella. . Nunca podremos condenar bastantemente esta infidelidad... Si la vocación fuese sólo como uno de esos cuentos fantás- ticos de Hoffman, enhorabuena...; pero la vocación es un principio de un fin el más sublime, su pérdida es ori- gen de un mal horrible..... La vocación debiera ser un sol sin ocaso; la vocación perdida es el sol oculto tras la tormenta... Si hubo un fraile apóstata que enseñó al mundo a quemar las Bulas pontificias, es porque la infi- delidad a la vocación anda envuelta en el fuego... El apústata de Witemberg abrió el camino a otras tremen- das apostasías... El fuego de las pasiones ha quemado e incendiado muchos corazones que fueron puros, y sus terribles delirios están prestando combustible eterno a los fuegos del infierno... Es posible condenarse, aun en traje talar o en traje religioso..... Y el infierno de los que se condenan perdiendo la vocación debe ser inmen- samente más duro que el de los seglares. La vida de las personas consagradas a Dios, debe scr vida de fe y de virtud, y caro pagarán su deserción de este deber. El apóstata es el más nuserable de los hombres, en fra- se de S. Pablo (*). Sin embargo, si el sacerdote o el re- : . o ' l A A seo aver!

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