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174 LA PERLA DE LA HABANA fuera que los blancuzcos (ángeles), se la llevaaran al cie— lo y me dejara en paz.» Confiada, pues, en la bondad de Dios instaba por la con- versión de los pecadores, sobre todo cuando se la confia- ba alguno en particular... Se le partía el corazón de de- seos de conseguir la gracia que solicitaba... La relación de Sor María Paz nos dice...: «Los pecadores que con- virtió por medio de sus oraciones sólo Dios los sabe; en los cinco años que estuvo en ósta no paraban de venir cartas de aquí y de muchísimas partes, diciendo que Sor María Ana pidiera al Señor por esta o aquella 'alma que llevaba tan mala vida o que estaba a la hora de muerte... Lo hacía, y pronto volvían a escribir, dando gracias por- que ya se habían: convertido... Hasta de muy lejos es- cribían encomendándose a sus oraciones, y Dios reme= diaba sus necesidades por medio de su Sierva... Muchas conversiones pudiera yo decir de esta misma ciudad de Plasencia, con pelos y señales, pero esto lo sabrán hacer mejor. sus Directores» (1). Adviértase que el conocimiento que tenían de Sor María Ana no era por la frecuencia de locutorios, a donde no bajó la Sierva de Dios desde el día de la profesión (*) religiosa, ni jamás hablaron con ella los seglares... Gran- des súplicas mediaban a veces de personas calificadas para que se_obtuviese permiso para hablar con la ¡lustre religiosa y nunca se consiguió... De lo cual se deduce que las gentes que acudían a ella por cartas lo hacían a impulsos de una devoción engendrada por las maravillas que obraba su intercesión..... «Todas las religiosas podemos jurar, vuelve a decir (1) Sor María Paz, pág. 94. (2, Entiéndase para seglares,

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