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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 171 las prevaricaciones nefandas que el mismo Corazón de Jesús le hizo ver, hasta en las almas consagadas a El? Por una parte, pues, su deseo de salvar almas, como empresa en que estaba muy comprometida su calidad de Esposa de Jesucristo, y que ella sentía ardentisimamente, y por otra la consideración de la malicia del pecado, juntamente con un amor a Dios y al projimo acendradi= simo, hicieron de ella una gran intercesora. No; las al- mas santas no son como las estatuas bizantinas, inmo- bles y rígidas; no son impasibles a todo lo que no sea su alma y su conciencia, egoístas con el eguísmo frio de importarles un árdite la suerte de los demás .. Los fres- cos de la basílica de Asis, inspirados en la leyenda de San Buenaventura sobre San Francisco, y ejecutados por Pedro Caballini en colaboración con Giotto y otros discípulos suyos del arte del Renacimiento, demuestran, por lo que hace a la Orden seráfica, la ternura, la poesía y la dulzura de su espíritu en aquella flexibilidad y sua- ve ondulación del dibujo y del hecho que reproducen... Todas las almas caldeadas en ese fuego del seráfico fun- dador son interesantisimas por este aspecto de compa- sión y de misericordia espiritual que ofrecen en su vida... La escuela seráfica, que es escuela de caridad, ha for- mado almas que han ejercido un apostolado de amor compasivo... Se han compadecido, digámoslo asi, del mismo Dios, ultrajado y vilipendiado por hijos desagra- decidos, y han tratado de reparar los males que contra su divino amor se cometen..... Se han compadecido de las almas que, ciegas y desleales, corren a la perdición por el camino del pecado..., y en este piadoso ejercicio de re- paración y de tierna intercesión pocas habrán superado a la Sierva del Señor, Sor María Ana. Es verdad que, según San Juan, est peccatum ad mor-

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