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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 157 «¡Oh, amor infinito, exclamaba ella, hable por mí la herida de vuestro amor!...» Causa devoción suavisima oirle llamar a Jesús «Cora- zón de mi corazón.....» Porque no tenía para el suyo otra morada ni reposo que aquel templo adorable, fabri- cado por el amor divino. Si vivía era alentada por el fuego y por la llama del Corazón de Jesús, que le hacia repe- tir: «¿Cuándo traspasaréis con las penas, de parte a par= te, éste vuestro corazón?...» Y, deseosa de amar a Jesús con un amor más puro, con el mismo amor de Cristo si fuera posible, decía: «Haced que este corazón sea alber- gue de vuestro santo amor». Tu amor, sólo tu amor, será el blanco de mi deseo y el objeto de todos mis pensa= mientos...» No podemos resistir a copiar una oración admirabilisi- ma que ella compuso, y recitaba en honor del Corazón adorable. Dice así: «¡Oh divinisimo Corazón de Jesús! Vos sois todo cle- mencia y misericordia, por quien tendrán vida mis po- bres y pequeños servicios... A Vos me acojo, ¡oh meli- fluo y dulce Corazón!, para socorro de mis necesidades, sosiego de mis dudas, aliento de mis ahogos, propiciato- rio de oro de mi alma, centro íntimo de mi espíritu, puerto seguro de mis naufragios, mi amante tierno y Entre todos los sacrosantos miembros de mi Señoe Jesucristo, Vos, Corazón dulcísimo, sois mi suave aliento y descanso cuando estoy afligida, y todo lo hallo en vuestro Sacrosanto Corazón; en él arrojo mi vida y mi alma, todos mis suspiros, mis ansias, congojas y lágri= mas, mis penas y aflicciones... ¡Oh Corazón admirable, todo mio, por mí tan deseado! Escuela sois de la verdadera ciencia. de las finezas du
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