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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 149 ella pudo apellidarse dulce Madre de Jesús, no en senti- do natural e histórico, pero sí en el sentido místico y es- piritual... A semejanza de la Inmaculada Madre, decia Sor Ma- ría Ana: «Yo, pobre y miserable, protesto a mi Dios so- meterle y sacrificarle todo lo que desee de mi, no que- riendo más que su puro amor y gloria; soy para siempre su sierva, pues El es todo mio... Le consagro todo mi ser. Su indigna Esposa, muerta al mundo: toda en Dios y rada en mí; toda a Dios y nada a mí; toda para Dios y nada para mí» (*). Después de este generoso ofrecimiento y otros subidí- simos que hizo ella entregándose a Dios, no extrañare- mos los favores con que Dios la distinguía. Y para ce- rrar este gsunto, que tanto pudiera alargarse, copiamos una hermosa oración o ruego que, escrito también de su puño y letra, nos ha quedado como reliquia sagrada. .. «Dios altísimo y Señor mío, aquí está este vil gusanillo de la tierra, reconociendo fuí formada de ella, pasando del no ser al ser por vuestra liberalisima clemencia... Reconozco también ¡oh lumbre de mis ojos!, que vues- tra dignación inefable me levantó del polvo, sin mere- cerlo yo, a la dignidad de ser llamada (*) por Vos con el nombre de Madre y el querer que yo, miserable, os lla- mase con el nombre de Hijo... Cúmplase en mi ¡oh Dios mío!, vuestra santísima Vo- luntad. De todo mi corazón alabo y engrandezco vuestra bondad inmensa, que así me ha favorecido; y, en agra- decimiento de tantos beneficios, me ofrezco de nuevo a vivir y trabajar por la salvación de las almas en esta vi- (1) Autógrafos copiados por el Sr. Penitenciario. (2) Nótese la palabra que ella escrupulosamente subraya... Una cosa es ser de hecho, y otra cosa es ser llamada...

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