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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 139 Vive en el ambiente franciscano y en el espiritu se- ráfico, unida a las dos fundamentales devociones de la Pasión y de la Eucaristia, esta otra regaladisima, en la que Sor María Anita fué de verdad maestra acabada. Desde que a los cinco años perdió a su madre de la tierra, puso los ojos en esta otra celestial y dulcisima, en- tregándose a ella como verdadera hija... Gloriúbase de pertenecer a la gran Congregación de Hijas de María de la Habana, y se esmeraba como la primera en presen- tarse en todas partes como digna hija de tal Madre... No era ella como esas que, llevadas del ardor de la juventud en busca de dicha, llegan a un punto en que, si no han perdido el título de Hijas de Maria, perdida y bien perdi- da traen la dignidad que a lastales debiera corresponder... Tenía la Sierva de Dios muy en el corazón la imita- ción du las verdaderas virtudes marianas como la mejor manera de probar que había aceptado con amor y cariño la santa medalla o escudo de la Asociación..... Santa librea de la juventud... Debiera ser mejor ex= plicada y mejor comprendida... Hoy las Hijas de María ni saben lo que son, ni son lo que deben... la gran fa= milia mariana, vergel espiritual de almas jóvenes y de virtudes angélicas..... ¡Qué bella invención la de la Iglesia al querer reunir lo más florido y puro de los corazones b ¡jo el protec= torado de una tan dulce Madre! Plantas que deben en- trar presto en floración espiritual, y las que ya producen el fruto de la belleza y del amor, solamente deben ser gobernadas y cultivadas por aquella celestial Jardinera de las almas y guardadora de las conciencias. .... Ella guarda la salvación física y moral de la juventud como un tesoro para los rectos de corazón, y protege a

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