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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 127 abandonaba a su Sierva; y, para premio de sus grandes virtudes y para satisfacer sus grandes ansias, dignábase administrarle El mismo la santísima comunión... El otro apunte dice: «En la cuenta de espíritu del mes de octubre de 1902. Padre, el día 1 por la tarde, al mis- mo tiempo de encerrar el Santísimo en el Sagrario, me pareció que me decía Su Divina Majestad: Unum cor- pus sumus. Me pareció que quería decirme que Su Di- vina Majestad y esta su esclava eran como un solo cuer- po: Sea Dios bendito por todo. Esto me pasó el día 4 de octubre de 19U2». Hemos transcrito literalmente el apunte y no dudamos que de estos casos y sucesos le ocur irían muchos, cuando mayores hemos referido y referiremos todavía en esta historia. En las cuentas de conciencia del año 1900, apuntó su Director de entonces, en el día 26 de mayo: Manifiesta la unión: íntima de su corazón y de su alma en la sagrada comunión, tras de la cual pasaría por to- do el infierno (*). Sabido es que después de la comunión quedaba absor- ta y muchas veces extática, lo que trataba ella de evitar por que no fuese notada de las religiosas. Pero, como alma humilde y sincera, comunicaba tam- bién a su Director las tentaciones que sentía a veces en la comunión: tentaciones terribles de tibieza.... Pero apenas recibía a Jesús, experimentaba saltársele de júbi- lo el corazón en presencia y unión de su Señor... «Desde que Jesús traspasó su corazón con un dardo, no puede decir lo que pasaba en la sagrada comunión, en la que antes o después, sin perder el conocimiento, está como» (1) Anotaciones du D, Policarpo Barco. .
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