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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 7 Es seguro que nos hubiera dado materia para muchos volúmenes y tendríamos que admirar riquezas muy ge- niales... Ya lo hemos dicho; no nació para escritora... nació para santa, nació para amar a Dios con ese intenso cariño y vehemente propensión que ella sentia dentro de su alma. Como perdidas y sueltas, nos han llegado algunas notas recogidas en varios simples papeles que después de su muyerte se hallaron en su cuarto... De ellos chorrea la poesia” honda, vibrante, de una lira consagrada al amor. El alma va tras la letra y la letra va tras de Dios... «¡Oh, amor infinito, hable por mi la herida de vuestro amor! Si, sí, Esposo mío, yo me sacrifico en holocausto perpetuo y víctima de amor, y este sacrificio quiero que esté unido con el sacrificio que hicisteis Vos, Esposo mío, 'en el altar de la cruz (*). También yo me asigno con señal de amor a querer estar siempre crucificada con Vos, y nu quiero más sino que se haga vuestra voluntad. Señor mío, yo os pido la conversión de los pobrecitos pecadores. ¡Oh amor infinito! Con amor hablo, Esposo mio, Dios mío, mi todo; toda yo me protesto vuestra y desde ahora para siempre ser toda, toda vuestra.» Hay aquí un aire embalsamado por las flores del jardín seráfico. ¡Cómo nos recuerda este trozo de prosa poética aquél cántico sublime que entonó el Serafín de Asís cuando a fines de 1224, retirado junto a San Damián, en un éxtasis le aseguró el Señor su salvación eterna! A con- secuencia de ello ordenó a su compatriota Fray Leandro «ue tomara la pluma y escribiera lo que él le dictase, y €) Estos papeles sueltos en que ella vertió su ardiente corazón me llevan fecha alguna.

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