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120 LA PERLA DE LA HABANA tal vez merecían un recuerdo de la Historia, y que yacen bajo los fríos mármoles, más fríos están en la tumba de los humanos... Jesucristo, nunca baja al sepulcro; siem- pre vive en el corazón de los hombres; se halla pre- sente a todos los siglos; incesantemente permanece en presencia del siglo, cualquiera que él sea... Es de todos los tiempos, porque durante todos ellos se da en el altar, para repartir vida a todas las almas. La Eucaristía es Jesucristo viviendo según su palabra y siendo centro de la Iglesia y de la existencia sobrenatural... La Historia no ha podido apoderarse de El todavía. Heri et hodie ipse et in seecula. Destruid todos los monumentos histó= ricos y quedará anulada la certidumbre de los hechos de la vida de César... Pero mientras haya un sacerdote y un poco de pan sobre qué decir las palabras consagratorias, Jesucristo no desaparecerá de nuestra compañía; no vive sólo en los monumentos, vive personalmente como vivió. hace más de 1900 años, y tan real y tan verdadero como- vivió en Belén, en Nazaret, en Jerusalén... Por la Eucaris- tía existe, no sólo en un rincón del globo, no en una población obscura y desconocida, no en una urbe de magníficos palacios cuyas cúpulas se levantan a con- versar con los cielos, sino en todas partes, y no en la su- perficie, sino en el corazón de los hombres; y desde el altar es el alma de la civilización, de las costumbres, de- las leyes y el centro a donde caminan todas las almas para encontrar la santidad. Todos los espiritus generosos y todos los genios de la virtud, son producto o expresión de Cristo Hostia, adorado y comido en el altar. ¿Quién podrá hablar de su influencia? Todos los días engendra en nosotros ideas nuevas y nuevos gérmenes de vitalidad más perfecta... Si una comunión basta para hacernos santos, ¿qué concepto formaremos acerca de la energía y

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