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116 LA PERLA DE LA HABANA cada uno de estos reyes se adelanta escoltado por todos sus reinos... El espíritu y los sentidos se confunden. Miles de imperios, millones de mundos se juntan para ser uno siempre (*). A este modo es la ley de la gravitación sobrenatural... Toda criatura gira en torno de la cruz de Cristo... Todos los Santos, soles del orden espiritual, van aproximándose y uniéndose con ese centro... Cada uno llega con su gran generación de obras y de empresas, pero todas conyer- gen en el amor a la cruz; rota esta convergencia, per= dida la ley de esta atracción, estos grandes soles dejarían de serlo... Su grandeza midese por su aproximación... Cuanto al contacto es más inmediato, mejor se confunde la criatura con el Criador... El amor a la cruz es la gran ley de la santidad... Alzad la cabeza, almas espirituales... Todavía no ha- béis llegado hasta derramar sangre por Jesucristo. To- davíu su voz no os ha hecho beber el cáliz del dolor, co- municándoos sus propias amarguras. Sor María Ana, esa "hija del Calvario'* y esa "esclava del padecer”, os brinda con esa gran devoción de los espiritus gigantes: la devoción a la Pasión. Todas las cosas son vuestras... Toda criatura inferior existe para el hombre, pero el hombre existe para Cristo y Cristo para Dios (?), Almas rescatadas por la sangre de Jesucristo, vivien- tes por El y en El, somos llevadas hacia el foco de la luz y de la redensión... La Iglesia, en el tiempo de la Pasión, canta así la efica- cia de la sangre derramada por Cristo: (') Gratry L' ame, t. 1, p. 377-388. (1 I Cor. II.

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