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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 115 Dejad a Sor Maria Ana que grite con el Apóstol: «La cruz de Cristo es mi única gloria y alegría». Dejadla que repita mil veces: «Nunca morir y siempre gozar...» Así llamaba ella al padecer... Cuanto mayor era el padecer, mayor era la sensación de gozo que experimentaba por ser semejante a su Amado... pero aun en eso quisiera ella puro padecer... ¡0h amor, que matas todas lasconcupiscencias y avivas todos los deseos de sufriv!... ¡oh amor, que matando re- sucitas y resucitando matas y siempre sacas de la aljaba de tus invenciones nuevas saetas de dolor y das nuevos placeres en el padecer!.... ¡Cómo has atravesado el alma de la amable Sierva de Dios y cómo la has pegado con modo inefable y divino a la cruz del Calvario, objeto de su devoción y de su veneración ternisimas!... Anda, co- rre, acaba y da la muerte, y, libre de la carne, llévala a la contemplación del Amado en la transfiguración de la gloria a perpetua dicha y felicidad indefinibles. Todos los soles del cielo, clasificados por lineasy se- ries, giran en torno del centro... Este centro posee una incalculable fuerza de atracción... Los soles giran en su derredor, tendiendo hacia él. Sus órbitas no son círculos ni elipses, sino espirales. Estos espirales abocan al cen- tro... Trazados los vemos en el espacio por series pro= digiosas de astros. Las líneas del ejército celeste se des- pliegan en todos sentidos, pero todas convergen y llegan hasta aquel centro. Los primeros de cada línea están ya en él; otros ya le tocan, otros se aproximan, otros aún están lejos. Parecen un gran ejército que entra por todas las puertas de una gran capital para una fiesta. La ciu- dad está llena de soldados, otros llegan y aún se ven a lo lejos, en el campo, sus inmensas columnas. Pero hay la diferencia de que estos astros no son soldados, sino reyes...
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