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IS 114 LA PERLA DE LA HABANA y de aquel cúmulo de virtudes que son patrimonio de los que han cursado tan de cerca y con tanto aprovecha— miento en la cátedra de la cruz? Heredera de la compasión y del amor del serafín de: Asís, tuvo como él su Tabor y su Calvario, y podía excla- mar, con et Apostol: Christo confizus sum cruci! Con Cristo estoy enclavada.en la cruz; que aunque material- mente no fuesen taladrados sus pies y manos y cabeza y pecho con duros clavos sobre el madero, pero también tiene sus clavos el amor y con esos clavos amorosos más vivos y penetrantes, más agudos y firmes, quiso Jesús ver enclavada a la cruz del dolor a su amante y purísima Sierva... Ni gustaba ella de vivir sino abrazada al dolor de su Esposo y participando de sus amarguras, pesa— dumbres y muerte... Nunca dijo basta al padecer... Te- nía sed; sed de mil martirios por amor del Amado (!). Mientras almas codiciosas de bienestar y de oro tienen sed de placer y de alegría... las almas gigantes subidas al espacio diáfano de la contemplación y del amor puro se abrasan en esa otra sed... Beben en las fuentes del Sal- vador, según frase de Isaías, y beben la hiel y el brebaje de ajenjos que al contacto de su amor se transforman en delicada bebida, formada por los serafines que revo- loteaban en torno de Cristo en la hora de la agonía... Em- briagadas por el recuerdo de la Pasión, abrázanse a la cruz 'para no caer jamás del lado del mundo... La cruz ensangrentada, llena de espinas y pesadumbres, es el lecho y la cámara y el trono donde desean permacer siempre. (*) La Sierva de Dios llegó a aquel grado de amor a la cruz que se describe en el «Jardín espiritual», obra inédita de la V. Agre- da... «Señores mios (ángeles', decidme hasta cuándo he de buscar la mortificación.» Angeles: Hasta que en las cosas de la cruz, amar- gas y de mortificación, halles dulzura y sabor, y las abruces; y cuando sea así, abraza de nuevo la cruz de tu Amado.

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