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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 113 «en Dios y en los misterios de la cruz, tenía los sentidos como muertos y sin funciones. Ni advertía la sangre que le corría por la frente y le bañaba la cara y le teñía de púrpura la toca blanquisima como su alma; ni veía nada ni oía otra cosa que la voz de la obediencia... La avisada Prolada mandó venir al Sr. Obispo o una comisión para que vieran y examinaran el caso. Mien- tras tanto, permanecía la Sierva de Dios en un estado sublime, pero llegada la noche, y al no venir nadie de palacio, determinó la Abadesa lavarla, pues ya hacía al- gunas horas que había cesado de correr la sangre... «Después de esto, dice la cronista, la vimos algunas weces haciendo los oficios más humildes de la casa... y también verter más sangre de la cabeza, hasta salirle, a través de la toca y como grabadas en la carne, las espi- nas... Los dolores que esto le producía debieron ser ex- tremados, porque los años que después vivió en esta san- ta casa nunca pudo recostar la cabeza para descansar sobre la alnrohada, ni cuando estaba enferma ni cuando se acostaba... porque le parecía como si la almohada fue- ra toda de espinas; y así, que en la cama siempre tenía que estar sentada y hasta su postrera enfermedad la pasó así y sentada murió (%). HI ¡Dichosa alma que con tanta intensidad y amor purí= simo imitó y participó los dolores de Jesús!.... Ese es el pan regalado de substancia de la cruz con que Cristo nutre la fortaleza de las heroínas de la santidad... ¿Quién podrá dudar, al leer estas maravillosas co- municaciones de dolor, que sería igualmente particione= ra de aquellos altísimos tesoros de la ciencia de Jesucristo (1) Manuscrito de Plasencia.

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