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ed e IIA AO Rs NN xo ups E ra: e a me. A RAI ct 112 LA PERLA DE LA HABANA sión y Corpus. «Una mañana nos llamaron, dice la cronista, a todas para que viéramos cómo estaba Sor María Ana; fuimos y estaba hecha un Ecce Homo, el rostro desencajado, los ojos amoratados, la cabeza toda manando sangre que le corría por la frente hasta debajo del ojo izquierdo, donde le salía como una espina que la hacía derramar mucha sangre. Ella estaba extasiada; con ella estaba la Maestra de novicias que notó hasta el momento en que, caida en éxtasis, comenzó a cubrirse de sangre.» Sin duda, la Comunidad quedó espantada al ver lo que debía sufrir la angelical novicia, y algunas de las reli- giosas empezaron a llamarla, como para despertarla de aquel sublime éxtasis; pero ella no atendía nada, hasta que la Madre Abadesa, como autoridad y en nombre de Dios, la llamó, contestando ella al punto: «Madre». En- tonces tuvo lugar un diálogo de ternura y de humildad admirable: —Sor María Ana, ¿qué le pasa? - —Madre, la cabeza me duele bastante, gracias a Dios... —Diga, Hermana, ¿no ve aquí a nadie? —No, Madre, estará su Reverencia y mi Ma estra; pe- ro perdóneme, por amor de Dios, que yo no veo a nadie. —¿Será esto aquello que me anunció en nombre de Dios allá por Cuaresma? —Si, Madre, contestó la obedientísima y humildísima religiosa. Las contestaciones de este diálogo nos hacen el mis- mo efecto que si de viva voz las oyéramos... Era realmente de este corte y estilo aquella sublime criatura, y nos hacemos la ilusión de oir su misma voz al leer las palabras transcritas. No sabía ella lo que la sucedia al exterior...; absorta
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