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LA PERLA DE LA HABANA Vida de dicha, sin pruebas ni trabajos, gozaremos tan sólo allá, en el cielo; mas ahora, sufriendo aquí con pena, podré vivir dichosa en el Carmelo. ¡Vivir de amor! Vive de amor quien tiene bien guardado un gran tesoro en un vaso mortal. 10h, Dios de amor, muy grande es mi flaqueza, ni con mis fuerzas puedo ya contar! Yo caigo cada día y cada hora, mas con tu amor me logro levantar; Tú vienes a mi, y mis fuerzas recobro, las fuerzas de tu amor y tu piedad. ¡Vida de amor! Vivir de amor es enjuagar tu rostro, obterler el perdón de los que pecan. ¡Oh, Dios de amor, infúndelés tu gracia, a fin de que proclamen tu grandeza! En lo más vivo hiere de mi alma el terrible rumor de la blasfemia; por borrarla repito cada día tu Santo Nombre; ¡oh, Dios, bendito sea! ¡Vivo de amor! (*). Yo hubiera deseado que así como la dulce y casta musa del Carmelo, con estrofas de oro y de luz, trazó aquí la imagen del amor, hubiera también trazado nuestra ca- puchinita con su lira de enamorada el mismo objeto... ¡Qué parecidos resultarían! Pero una de nuestras gran- des penas es no haber podido conservarse los originales e inéditos sentimientos del corazón de Sor María Ana. (1% Los tomamos literalmente de la obrita de Mons, Rogelio Teil, traducida por el R. P. Romualdo de Santa Catalina. <Artícu- los para la causa de beatificación de la Sierva de Dios», pág 36.

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