BCCPAM000R09-1-21000000000000

SOR MARÍA ANA DE JESÚS 105 de la crítica y de las reglas de los maestros de espíritu, resplandecen con fulgores de vivisima verdad, y,como ya veremos en otro capitulo, tenía todas las garantias hu- manas de autenticidad y de veracidad. Pero si faltara alguna prueba, bastaría fijarnos en las grandes devociones que ella practicó y a las que sintió prodigiosa atracción, siendo nuevas fuentes de favores extraordinarios; devociones que no podían llevarse a ca- bo como ella lo hizo, sin presumir una activísima pre- sencia de la gracia de Dios. La primera de esas grandes devociones fué la Pasión del Señor. Alma animada en la cruz, de la cruz vivía. y en ella descansaba, llamando placer al sufrir. Aun en esto demostró ser poseedora de un espiritu profunda- mente seráfico (*), porque el mote y lema dei sublime pa- triarca de Asís era: ¡Mihi absit gloriari nisi in cruce Do- mini Jesu Christi! Desde niña fué muy señalada por su devoción al Vía Crucis. Recorrer las santas Estaciones de Palestina, acompañar a Cristo al Huerto..., al Pretorio..., a la Cruz... ¡Cuántas veces deseó recorrer materialmente aquellas jornadas de dolor! ¡Cuántas veces decía a Je- sús!: ¿Por qué, bien mío, no he de llevar yo esa cruz? ¿Por qué ha de pesar sobre los hombros inocentisimos del Hijo de María? Siendo colegiala en la Habana, practicaba el santo ejercicio del Vía Crucis con los ojos arrasados en lágri- más... a tan temprana edad empezaba a sentir las amar- guras de Cristo y a dolerse de la causa de aquella cruenta Pasión... (t) La devoción a los lugares donde Jesús padeció, es eminente- mente franciscana. «El discípulo de San Francisco es alí como un vivo memorial de la Pasión.» M. Sodar, «Les splendenrs de lu Te- rre Sainte».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz