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102 LA PERLA DE LA HABANA seráfico Patriarca ejerció con su amante hija y discípula aquella caridad con que en la tierra cuidaba de sus enfer- mitos y quería que fuesen cuidados y hasta regalados con amor y cariño de Madre. Nunca acabariamos de referir las innumerables ocasiones en que nuestra admirable Sor María Ana fué recreada y favorecida con semejantes apariciones... Y como tenía tan gran claridad de enten- dimiento y discreción de las cosas sobrenaturales, podía ella con sorprendente acierto rechazar las falsas apa- riciones y aprovecharse con gratitud de las verdaderas... No se diga, pues, que en estas cosas influye mucho el temperamento y la sugestión... Los Santos fueron los primeros en distinguir la verdad de la mentira... Ellos son los que antes que nuestros incrédulos clamaban des- de el fondo de su alma contra las ilusiones y las falsas representaciones... Conocían la diferencia de estas cosas por la luz de Dios y la luz de la experiencia. Como San- ta Teresa determinaba luminosamente el estado cata- léptico diferenciándolo del extático, asi Sor María Ana distinguía las falsas apariciones de las verdaderas..., aunque no dejase de luchar en alguna ocasión y valerse de la obediencia con gran docilidad e espíritu.

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